Un lugar de México llamado Tlaxcala

In Viajes

 

Texto: Julie Sopetrán

Fotos: Mary Andrade, Julie Sopetrán, Oficina de Turismo Tlaxcala

Si algún rival enemigo tuvo el imperio azteca, durante la época de la conquista,  fue Tlaxcala. Ciudad colonial, fundada en 1520 por Hernán Cortés, sobre la ya existente prehispánica.

Situada a unos tres mil metros sobre el nivel del mar. Es también el estado más pequeño de la República Mexicana. Linda con Puebla al norte, al sur y al este; al oeste se encuentra el estado de México y al noroeste está Hidalgo. Recuerdo que las nieves perpetuas del volcán Popocatépetl, tenían una luz especial, según me iba acercando a la hermosa ciudad de Tlaxcala, desde Puebla cuando lo visité en el año 1993.

Me llamaban la atención las ermitas, los maizales de los fértiles valles, los campesinos que vendían los frutos de la tierra por el camino y daban al paisaje, esa belleza amerindia que muy bien puede transportarnos, retrocediendo en el tiempo, hasta el pueblo prehispánico de los náhuatls. Campos cultivados de cebada, fríjol, haba, calabaza, alfalfa, tomate y los deliciosos frutales de duraznos, perales, manzanos, nogales y ciruelos…

Al pasar por Cholula, recordando al Cortés más guerrero, del que habla la historia, desde el monasterio de San Gabriel, con las cúpulas de su Capilla Real, de estilo mudéjar, contemplé la ciudad y una de las pirámides, tal vez la más hermosa y más grande de México, desastrosamente violada con un edificio de estilo español.

Tlaxcala fue sede del Primer Obispado de la Nueva España, su Escudo de Armas ostenta el título de: “Ciudad Muy Noble y Muy Leal”.  Hernán Cortés llegó a Tlaxcala en 1519 encontró a sus habitantes defendiendo su independencia de los mexicas, de los huexotzincas y de los cholultecas. Así fue como se alió con los tlaxcaltecas para conquistar la gran Tenochtitlán. España trató especialmente a Tlaxcala, permitiéndoles conservar su gobierno indígena, sus tierras, su derecho a portar armas y montar los caballos, se les consideró hidalgos, incluso se les eximió del pago de tributos, entre otros privilegios y nunca perdieron el orgullo de ser los herederos de la antigua república.

En la ciudad de los chichi-mecas. Me llamaron la atención los edificios de la época colonial, las calles, la paz, los mercados en las plazas, el convento de San Francisco, la plaza de toros, el Palacio de Gobierno, la catedral de estilo rococó, la gente, esa gente sencilla, contemplativa… Todo me conquistó positivamente.

Tlaxcala, cuna del mestizaje, tiene unos noventa mil habitantes, forma parte del Eje Neovolcánico que recorre parte del México central. Su clima es templado. Llueve desde abril hasta finales de octubre. Está ubicada la ciudad a 114 kilómetros del Distrito Federal, a 38 de la ciudad de Puebla y a 307 del puerto de Veracruz. El nombre de Tlaxcala significa “lugar de maíz” o “lugar de pan o tortilla de maíz” o Texcalli que quiere decir peñasco… Antiguamente se llamó Chalchihuapan, se debía a que en ese lugar había una fuente llamada “La fuente sagrada” porque allí se realizaban ofrendas y ritos a los dioses.

Los franciscanos se asentaron en este lugar en 1524, lugar también llamado “tierra de los chalchihuites o de las piedrecillas verdes”. Tlaxcala es una ciudad espaciosa, su Plaza de la Constitución, su fuente ochavada, con sus seis querubines labrados, por sus bocas de donde sale brillante el agua, fue regalo en 1646 de Felipe IV a la ciudad. Al poniente de esta plaza está el Palacio de Justicia que fue Capilla Real de Indios.. El Mesón Real, la Casa del Ayuntamiento, el Paseo de los Portales, la Catedral de la Asunción, el Museo Regional donde se encuentra la escultura prehispánica de Camaxtli, y también el óleo anónimo de fines del siglo XVII, con la Virgen de Ocotlán. El teatro Xicohténcatl, la Iglesia de San Nicolás de Tolentino y tantos edificios singulares que atrapaban mi paso…

Me llamó mucho la atención la Plaza de Toros, El Ranchero Aguilar y las escalinatas de acceso a la iglesia del Buen Vecino, desde donde se domina la ciudad. Son tantos y tan hermosos los atractivos de Tlaxcala, que necesitaría mucho espacio para describirla… He de destacar la Basílica de Ocotlán, si llaman a Tlaxcala “el lugar de los silencios azules”, no cabe duda que ese silencio llega a ser misterioso en el parque que antecede a la Basílica, que primero fue ermita, con sus veintiséis arcos invertidos, llenos de flores, con sus lanzas blancas que contrastan con un cielo muy azul. Azul y blanco de la Virgen de Ocotlán. Desiderio Hernández, colaboró en el diseño de este lugar junto al arquitecto Dartigues. También se encuentra la iglesia del Pocito, de base octogonal, con el agua milagrosa que mana desde que la Virgen se apareció a Juan Diego.

Tenía un gran interés por ver y admirar las pinturas al fresco de Desiderio Hernández Xochitiotzin, que se encontraban en el Palacio de Gobierno de Tlaxcala. Este lugar antiguamente fue Casa Real del siglo XVI, lugar donde habitó Hernán Cortés. Se conserva todavía de esa época, la parte baja de su fachada. Este lugar ha sido un verdadero lienzo del Maestro Desiderio, un memorial de asombro y buen hacer. La fotógrafo ecuatoriana, Mary Andrade y yo, llegamos a Tlaxcala para entrevistar a este relevante muralista mexicano, él mejor que nadie, interpretó la historia de su pueblo, mostrándola en las  paredes del Palacio de Gobierno. Él estaba preparado para hacer esta obra mejor que nadie, porque no sólo era pintor, grabador, escritor, arquitecto, restaurador… Él era un hombre muy  asequible, un auténtico humanista  que definió en expresivas palabras esa leyenda negra de Tlaxcala… Cuando le pregunté cómo surgió la idea de los murales, con gran sencillez dijo:

“no, pues la idea, así empezando un poco, como debe ser, ¿no?; la idea no fue mía, con toda honradez lo digo. Ni tampoco se pensó en esta proporción de la obra. Tenemos un San Benito,  ya sabe qué es eso ¿verdad?, la leyenda negra sobre Tlaxcala, que inventaron los hombres de la Independencia y luego la cultivaron los hombres de la Reforma, los liberales.

Dicen, que los tlaxcaltecas son traidores, o fueron traidores, y en consecuencia nosotros también, y todo porque se aliaron con los españoles. Claro, que el liberalismo fue una doctrina anticristiana y anti-hispánica y sobre nosotros todavía existe esa calumnia horrorosa.”

Desiderio nació en el barrio de Santa María Tlacatecpac, en el pueblo de San Bernardino Contla de Juan Cuamatzi, en Tlaxcala, nació el 11 de febrero de 1922. Vivió en Puebla, su esposa era Lilia Ortega Lira, cuando lo conocimos. El Maestro tuvo nueve hijos, más una niña que yo conocí con su esposa, la niña tenía entonces seis años. El mayor de sus hijos murió siendo músico y poeta, su recuerdo estaba presente en cada rincón de su casa. Desiderio me hablaba de él como si todavía estuviera a su lado. Su padre fue don Alejandro de la Cruz Hernández de la Rosa y su madre doña Natividad Xochitiotzin Saldaña. Estudió en Puebla, en la Academia de Bellas Artes. Falleció el día 14 de Septiembre de 2007 a la edad de 85 años. Fue reconocido en muchos lugares de prestigio, como La Sorbona, Harvard, el Vaticano,  en la Universidad de Estocolmo en Suecia, etc.. Él perteneció a la segunda generación de los grandes muralistas mexicanos del siglo XX, fue el último muralista al fresco que había en México. Su apellido Xochitiotzin significa “flor de Dios” en el lenguaje indígena.

Transcribiré la larga entrevista que le hice para mi revista AZB, junto con Mary, hace ya unos años como testimonio de un gran artista. Hoy me limito a mostrar algunas bellezas de esta ciudad colonial que me sedujo y a la que algún día quiero volver.

Bellísimos son sus extensos llanos, las sierras y los volcanes, como el Malintzin, o la Malinche, es un volcán inactivo con una altura de 4420 metros sobre el nivel del mar, frío en la cumbre y templado en la falda. Antiguamente se le llamaba Matlacuéitl, que era la esposa de Tlácloc, diosa de la vegetación. Cuando llegaron los españoles la llamaban Malintzin en honor a Malinalli, Marina o Malinche, que ayudó como intérprete a los españoles. El volcán tiene forma de cono. Es como un emblema del estado de Tlaxcala. Se le divisa desde cualquier lugar donde te encuentres. Es como una musa de artistas. También el cine se ha inspirado usándolo como escenario de famosas películas como: Enamorada; Talpa, basada en el cuento homónimo de Juan Rulfo; Lo que importa es vivir; Canoa… La belleza de este volcán se divisa tanto desde Tlaxcala como desde Puebla.  En la región boscosa predomina el pino, el ocote, la encina, el enebro y la sabina. En sus planicies poco húmedas, se da el maguey y el nopal. Tlaxcala es el lugar mejor comunicado de todo el país y el primero que contó con vías férreas.

Termino con la leyenda más popular, la leyenda que da el nombre a Malinche. Dicen que doña Marina le pidió permiso a Hernán Cortés para bañarse en la laguna de Acuitlapilco, que se encuentra situada a unos tres kilómetros de la ciudad de Tlaxcala. El Capitán, le concedió esta petición. La acompañaban cuatro esclavas. Se encaminaron al lugar vestidas con sus coloridos trajes huipitl, sus joyas ofrecidas por Cortés, su porte y elegancia tropical de mujeres hermosas. Malinche se desnudó y se metió en el agua, sin darse cuenta que en el lado opuesto de la laguna la estaban observando los de Xiloxoxtla, un poblado cercano a la Laguna de Acuitlapilco.  Entusiasmados por la belleza de Marina, la confundieron con un hada y le pidieron que desencantara a la montaña Matlalcuéyatl, que también significa Malinche, refiriéndose a la misma montaña. Marina, al sentirse perdida exclamó ¡Malinche! ¡Malinche!, se vistió apresuradamente escuchando los caracoles y el griterío de la gente que corría tras de ella. Cuando Cortés se enteró, ordenó a sus arcabuceros que le prestaran auxilio a doña Marina. Fue así como su nombre se tornó por el de Malinche dejando también el nombre a la hermosa montaña. Y dicen que doña Malinche sigue encantada en la montaña de la que ambas recibieron el nombre.

 

A LA VIRGEN DE OCOTLÁN

En el pocito bebe el alma

las aguas de la Virgen de Ocotlán

El manantial brota

junto a la lava dormida de los volcanes

Las heridas embalsaman el tiempo

Juan Diego cura pestes

La fe transporta el misterio

Flores blancas crecen

entre los pinos

que velan el fuego

infinito.

 

©Julie Sopetrán

 

A LA MALINCHE

Naciste en Veracruz, Malinalli,

y fuiste vendida como esclava

a los vencedores

Tenías don de lenguas

como las aves privilegiadas

Sobrevivías

a las noches tristes

el Amor te dio a Martín

el despecho a María

La viruela destruyó tu belleza

la luz marina de la tarde

cubrió tu juventud

de polvo

fuiste odiada

pero dejaste en los ojos de Cortés

la fuerza de tu estirpe.

 

©Julie Sopetrán

 

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