Los Dioses de México

In Arte, Cultura y Poesía

Texto y fotos: Julie Sopetrán

Tanto me sorprendió en Tlaxcala, contemplar la obra del Maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin, que aún recuerdo sus murales, él expresó mejor que nadie, la historia y el alma de los dioses mexicanos, sus guerras sagradas, sus mitos, sus leyendas, esas realidades contadas en el mural, representadas por el águila, el tigre, el sol, la serpiente, el maíz…

La fuerza y el encanto, las batallas, las creencias, la conquista. Todo está impreso en el Palacio de Gobierno de Tlaxcala, fue para mi un deleite contemplar sus murales y conocer en persona al Maestro que me contó ampliamente los detalles…

Pero otro de los lugares que me impresionó, fue Monte Albán en Oaxaca, y muy especialmente el Museo de Santo Domingo, donde pude conocer y admirar los tesoros de la Tumba número siete, dioses, joyas, artefactos curiosos y mi encuentro con el Dios de la Lluvia: Cozijo, mirándonos, desde las cuencas de sus ojos milenarios, contacté por primera vez con Meso América. Mirando a este dios zapoteca comencé a llorar inexplicablemente. Recuerdo que es el museo más oscuro que he visitado nunca. Iba mirando los tesoros y de pronto encontré una escultura del dios Cozijo en el centro del museo, mirándola comencé a llorar, no tenía motivo alguno para hacerlo, no sabía por qué me emocionaba tanto aquella escultura, pero lo cierto es que me hablaba en silencio, me envolvía, quise fotografiarlo, pero no lo conseguía, a fuerza de intentarlo por fin sentí el clic de la cámara. Pregunté por él en la tienda del Museo y no había nada relacionado, ni siquiera una postal, sólo me dijeron que era el dios de la lluvia Cozijo. Regresé a España y desde la piedra milenaria de esta escultura, sé que sus ojos aún me siguen mirando.

Danza de los dioses

Me traje su foto.

Dioses como Tonacatecuhtli y su esposa Tonacacihuatl. Sus hijos, Tlatlauhqui, Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y Huitzilopochtli. El primero era de color rojo, el segundo de color negro, el tercero era el Dios de la vida, de la mañana, del planeta Venus, la serpiente emplumada y el pequeño dicen que nació sin huesos y vivió seis siglos. Parece que estos dioses crearon al hombre, que labraba la tierra y a la mujer, que hilaba y tejía, crearon también el fuego y una parte del sol, dándoles a la vez el maíz para que pudieran alimentarse, adivinar el futuro y curar sus enfermedades. De esta pareja nacieron los macehuales que formaron la clase trabajadora de los pueblos indígenas. Estos dioses crearon también los días, los cielos, el agua y crearon también un caimán, así nació la tierra y los dioses del agua y de las buenas y las malas lluvias.

Las culturas toltecas, zapotecas, otomíes, mayas, purépechas, aztecas… Todas tienen sus dioses y diosas. Las danzas, la música, la tradición, conserva sus nombres, símbolos y leyendas. Aquello autóctono que parece una fantasía pertenece a esas gentes valientes, honestas, fieles a la historia, constantes en el empeño de conservar sus dioses.

Dioses que también fueron sanguinarios y demandaban sacrificios humanos para vencer la oscuridad. Recordemos el origen azteca procedente del mito Aztlán que significa “lugar de garzas”. El Valle de México estuvo habitado por diferentes pueblos, los aztecas fueron los últimos que allí vivieron. Luchaban con sus vecinos de Culhuacán y Azcapotzalco. Llegaron al Anáhuac y, en 1325 fundaron Tenochtitlán que después se llamó México. Vencieron a los Toltecas y a los chichimecas y se adueñaron del Golfo de México hasta Guatemala. No podemos olvidar a su Dios Sol, Huitzilopochtli. Porque los aztecas se consideraban elegidos por el Sol. Su diosa del Amor era Tlazolteotl.

Dios

Ometeotl y Omecihuatl estos nombres significa Señor y Señora, son dioses de la dualidad. Tezcatlipoca, significa el espejo que humea, se le relaciona con la luna.

Pero podemos recordar más culturas prehispánicas, todas ellas de gran importancia en relación con sus innumerables dioses. En la cultura Maya encontramos a Itzamná, que es el dios de la Sabiduría, creador de la ciencia y es el ser que se lleva interiormente. Como el dios Serpiente también relacionado con la Sabiduría, porque sólo siendo sabios podrá comernos el águila.

Yum Kaax, que es el Dios del maíz. Yum Cimil, dios de La Muerte.

Kauil, Dios del fuego. Ix U, Diosa de la luna, es el Dios Madre, símbolo de la femineidad, de la ternura… Admirando Chichén Itzá, en su Plaza de las mil columnas o en el Templo de los Guerrero… podemos percibir la conexión con estos dioses.

Uno de los dioses esculpido en piedra

Los Totonacas en Veracruz, en Tajín, ellos eran politeistas, adoraban a varios dioses. Tláloc, el Dios de la lluvia. Xipe-Tótec, Dios del maíz y de la abundancia, representa la fertilidad. Chihuacóatl, la Diosa del viento, fue la primera mujer en dar a luz, por eso la consideran la patrona de los partos.

En Michoacán, los pueblos Purépechas tienen a Curicaueri, deidad que da origen al resto de los dioses, que era el gran fuego, la gran hoguera, el dios del sol. Xaratanga, trajo al mundo el maíz. Thares, Upeme y Uazoriquare, también tienen otros como Curita Caheri, que era el mensajero de los dioses. Auicanime, la diosa del hambre. Uacúsecha, Tingarata… Y así veían a estos dioses en forma de águila, piedra, fuego, caimán, porque los indígenas creían que el origen de su pueblo era divino a través de las cosas que utilizaban.

Los nombres de dioses mexicanos son tan difíciles de pronunciar para un castellano que se nos traba fácilmente la lengua como por ejemplo cuando nombramos al dios: Tlacaxipehualiztli, de ahí derivan los ritos de desollamiento dedicados al dios Xipe-Tópec, dios de la primavera, y todo porque la tierra cambia su piel muerta por una nueva, que consigue el milagro de la primavera.

Los dioses tenían que ver con el Universo, incluso con los puntos cardinales y los colores. Por ejemplo, el oriente, se identificaba con el color rojo regido por el dios Xipe-Tópec. El poniente por el color blanco, regido por la Serpiente Emplumada Quetzalcóatl. El norte por el color amarillo y negro regido por Tezcatlipoca. El sur por el color azul regido por Tlalóc (Huitzilopochtli en la versión medica). Así también el ritual de las ofrendas de comida a los muertos, no es otro que el alimento de los dioses.

Danza de la muerte

Es el tiempo y el espacio lo que dio lugar al mundo prehispánico. Los cuatro Soles destruyeron su eterna lucha. Luego nació el Quinto Sol en Teotihuacan, en el cual actualmente vivimos. Cada cincuenta y dos años había una renovación de lo existente, el Xiuhmolpilli, las cincuenta y dos cañas que simbolizaba el siglo.

Pastor Rouaix, cuando habla de la fealdad de los dioses, dice que también eran feos los Budas con sus barrigotas, las Astartés fenicias o las divinidades del viejo Egipto, dioses convertidos en gatos y otros seres indescriptibles.

En esa conservación de las tradiciones mexicanas, admiro al danzante azteca soplando el caracol marino, mientras el otro mueve las sonajas azules. A su lado un músico de Yunuen, Michoacán, lleva colgado un tambor alargado en forma de animal hecho de un tronco de árbol hueco. En esas danzas mexicanas viven los dioses, porque sus gentes todavía conservan vivas sus tradiciones y esto sí que es una magia digna de admirar. La danza es un rito, que todavía nos habla de oradar las orejas y lengua con espinas de nopal, para que el movimiento de los danzantes, rememore la sangre de aquellas ofrendas a los dioses, la danza que nos hace sentir que la lluvia y los rayos y los truenos eran “el licor de la tierra”. Todo para los mexicanos tenía un dios y el fuego, la música, la danza, pueden ser Macuilxóchitl, Xochiquetzal o Xochipilli.

Podríamos estar hablando de los dioses durante muchas horas. Pero he de terminar con una leyenda y un poema.

Dicen que mucho antes de la llegada de Quetzalcóatl, los aztecas comían animales que cazaban y raíces, todavía no tenían el maíz porque estaba escondido en algún lugar detrás de las montañas. Loa viejos dioses quisieron separar las montañas pero no lo conseguían y los aztecas se presentaron ante Quetzalcóatl para que les ayudara a encontrar el maíz.

Quetzalcóatl, les dijo que él encontraría lo que necesitaban. Pero tan poderoso dios no conseguía separar las montañas con su fuerza. Dicen que entonces se convirtió en una hormiga negra y lo acompañó otra hormiga roja y los dos se fueron a las montañas en busca del maíz. Vencieron las dificultades del camino y por fin el gran dios llegó donde estaba el codiciado maíz, tomó un grano maduro entre sus mandíbulas y emprendió su regreso. Cuando llegó entregó el prometido grano de maíz a los necesitados indígenas. Los aztecas plantaron la semilla y fue así como después sembraron y cosecharon. Y gracias a un grano después fueron ricos y vivieron felices creando ciudades y alimentando a sus familias. A partir de entonces Quetzalcóatl se convirtió en el dios más amado porque él fue quien les trajo el maíz no por utilizar su fuerza de separar montañas, fue por su astucia e inteligencia…

El poema al que hacía referencia lo escribí en Oaxaca, después de conocer a Cozijo, el dios de quien os he hablado anteriormente.

Cozijo

AQUEL DIVINO ENCUENTRO CON COZIJO

Mirándote a los ojos desde el oscuro centro

supe que hay otra vida más allá de la muerte;

la lluvia de tus montes es blanca en la mirada

y hay que llorar muy hondo para volver a verte.

Me hablaste de las tumbas, de tesoros ocultos

de otra vida lejana guardada en tus arcanos;

me dijiste que el agua es el oro del mundo

y presentí al mirarte, el tacto de tus manos.

La quietud de la piedra conmueve y emociona

porque es la joya viva de todos los momentos;

tú la pusiste a fuego cuando sentí en mi alma

arder uno por uno… todos los sentimientos.

Y hoy que vuelvo a mirarte desde una España ausente

me parece mentira que en el oscuro centro

la lluvia de tus ojos, tan limpia, tan cercana

empape todavía… nuestro divino encuentro.

©Julie Sopetrán

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