Segunda Parte
La comida preparada durante la celebración de muerto nuevo, que es como se denomina Día de Muertos en la Meseta P’urhepecha en el estado de Michoacán, se ofrece primero al alma que se recuerda, para que aproveche el flujo vital de los alimentos en el altar, quedando la parte física para los familiares y amigos.
La p’urhepecha, al igual que la maya, es la cultura del maíz, por lo que en este producto de la tierra no sólo radica su valor alimenticio, sino también su valor cultural.
Animecha Ke’jtsitakua – Ofrenda de Muertos
Entre los alimentos tradicionales que se preparan para la celebración, se destaca la corunda llamada huaparikata hecha a base de maíz nuevo del año, que a partir de octubre se empieza a cosechar, dándole forma de una estrella de cinco picos, como si fuera una figura geométrica.
Esta corunda que también representa la estrella o el átomo divino del muerto, al igual que la flor parakatatsitsíki se relaciona con el enjambre de mariposas, que representa el regreso de las almas. El pan de muerto, con diseños propios de las creencias de esta región, se elabora con la figura de un conejo — aguani— que representa al hombre, ya que en San Lorenzo creen que el alma que es hija de la luna regresa a ella, el cuerpo físico retorna a la Madre Tierra y el espíritu al sol conocido como juriata en p’urhépecha. El pan con figura humana — guapita — en forma de muñeca, representa a la mujer.
Desde el día anterior al primero de noviembre en San Lorenzo, las señoras, parientes y amistades se amanecen preparando el chile para los nacatamales. A la medianoche se dejan oír las campanas de la iglesia anunciando la llegada de las almas.Los anfitriones sancochan el maíz en ceniza de leña para hacer el nixtamal y sacar al día siguiente muy temprano grandes cantidades de masa para los nacatamales, junto con el mole rojo de chile guajillo. La atápakua se condimenta con hongo, quelites, carne de res, y muchas veces se hacen a base de vegetales, según el gusto de cada familia.
Actividades comunitarias: La Ke’jtsitakua — Ofrenda de los alimentos
El ritual de jimbankua o fiesta del muerto nuevo tiene como uno de los elementos predominantes a nivel familiar la colocación de altares y ofrendas. El altar es un lugar sagrado donde los vivos hacen presente su amor por los muertos, conviviendo con ellos en el recuerdo. En el altar colocan flores, pertenencias del fallecido y ofrendas, actividad en las que participan los miembros de la comunidad.
Al pie del altar el humo del incienso —copal— que se quema en brasa de leña en ceniceros de barro negro, aromatiza el ambiente limpiándolo de impurezas. Según Bertha Alicia Cruz, promotora cultural de San Lorenzo, los anfitriones recibían la ofrenda, la colocaban en el petate principal del troje — vivienda — donde iban concentrando todo lo que llevaban los amigos y vecinos. A su vez, las señoras salían con dos o tres kilos de masa que previamente se había preparado para los nacatamales, además de un manojo de hojas de maíz, apatakua de mole rojo, carne de res y cebolla picada. Como retribución a la ofrenda de frutas, le daban estos condimentos a la visitante para que ella hiciera sus nacatamales. Esta costumbre continúa dándose el primero de noviembre, ya que en los hogares donde hay una fiesta se observa un desfile permanente de señoras que van a festejar al muerto del año.
Era costumbre en este pueblo que los niños fueran a las casas llevando manojos de flores para contribuir en la celebración. Desde temprano en la mañana se organizaban los grupos de chiquillos para recorrer los campos y cerros recogiendo flores que ofrecían para el arco que se hace y adorna en las casas la noche del primero de noviembre.
Los niños siguen participando, aunque la actividad de ellos ya no tiene el atractivo como antes.
El arco floral
En la tarde del primero de noviembre, los hombres que acuden a la casa de la fiesta se encargan de diseñar el arco floral, el cual es distintivo de San Lorenzo, ya que el semicírculo significa que la muerte es una expresión de nacimiento hacia otra dimensión. Este semicírculo lleva alas, por la creencia que el muerto se convierte en un ser alado que vuela con su ángel guardián hacia la dimensión de los desencarnados.
El arco se adorna con las flores tradicionales y se cuelgan de él frutas de la temporada, así como la huaparikata, envuelta en las hojas del maíz; uchepo que es una comida dulce preparada con elote molido mezclado con dulce de piloncillo y canela envuelto también en hojas de elote; gorditas de elote sazonadas con dulce y los nacatamales.
A los costados de las alas del arco colocan velas mientras que en la parte superior sobresale una cruz. Entre las siete y diez de la noche velan los familiares en el cementerio, con el arco ya puesto sobre la tumba. Llevan también todo tipo de frutas y comidas, tapadas con servilletas bordadas, al igual que el incensario y las velas. En el panteón se puede ver un panorama luminoso, lleno de flores, muy colorido por las servilletas de fleco y por la vestimenta de las mujeres envueltas en sus rebozos.
Los familiares del festejado se concentran al pie de la tumba así como otras personas para recordar a sus antepasados. Los rezanderos desgranan las cuentas del rosario, encabezados por el alcalde que comanda a un grupo de ancianos, los cuales han fungido anteriormente en la comunidad como alcaldes por un año. Quienes han ejercido como autoridad civil pasan a ser autoridad religiosa, con responsabilidad en las distintas celebraciones de San Lorenzo.
Jimbanqua en Charapan
Al igual que en San Lorenzo, en Charapan, un pueblo purépecha muy importante desde antes de la Conquista, el altar se pone en la víspera de la celebración de muerto nuevo. Tanto los familiares como los amigos se encargan de hacer la cruz de madera, tallando el nombre del difunto en ella. Se usa únicamente la madera de ocote, que es el corazón del pino viejo llamado yarín en purépecha. Es un tipo de madera que suelta mucha resina lo que hace que dure mucho.
Hay que anotar como algo característico de Charapan que esta labor se hace velando junto al altar. Al día siguiente, ya sea el primero o dos de noviembre, llevan la cruz al panteón.
En el panteón se arriman todas las cruces alrededor de la capillita provisional, para que después de la misa que se celebra a las doce del día, las bendiga el sacerdote.
En Charapan existe también la costumbre de elaborar arcos para llevarlos a las tumbas. En muchas de estas comunidades ciertos aspectos de la celebración son similares, aunque hay detalles que las identifican unas de otras.
Tomado del libro bilingüe “Día de los Muertos Pasión por la Vida”. Para ordenar cualquiera de las publicaciones bilingües de la autora Mary J. Andrade, por favor regrese a la página principal y presione en el banner “Books of Day of the Dead.