Entrevista y fotos por Mary J. Andrade
En octubre de 1992 fui recibida en el hogar del pintor y muralista Desiderio Hernández Xochitiotzin y de su esposa Lilia. Pasé varias horas con ellos. Escuché su historia, sus experiencias a lo largo de su vida y su entrega a plasmar en los murales del palacio de gobierno la historia del pueblo tlaxcalteca, una historia tergiversada, como él lo expresaba así. Es una entrevista que no pierde vigencia por los conceptos por él vertido. Él falleció el 14 de septiembre de 2007, pero sus hijos y los guías continúan difundiendo la historia del estado, tal como él la pintó en los murales, constantemente visitados por nacionales y extranjeros. Esta entrevista fue publicada en el periódico La Oferta el 5 de junio de 1993.
“Estimados paisanos tlaxcaltecas, los saluda desde su estudio Desiderio Hernández Xochitiotzin. Estamos en plena campaña política, se acerca el 15 de noviembre, día de la votación. Recordemos nuestra conciencia histórica que desde los Cuatro Señoríos Tlaxcaltecas, los 30 caciques menores y los 222 electores, desde el pasado prehispánico ellos ejercían su voto. Tlaxcaltecas recordemos esta Gloria y votemos. ¡Yo voy a votar!”
Apoyado en el caballete con los pinceles en su mano derecha, el maestro Xochitiotzin tranquilamente dirige su mensaje a sus conciudadanos, mientras las cámaras de televisión lo enfocan.
A un costado de la sala, sentada en un sofá, sigo atentamente el desarrollo de las tomas, mientras espero que terminen para poder iniciar con él una entrevista por largo tiempo esperada.
Mi visita a Tlaxcala coincidió con la cercanía de las elecciones estatales. Al pintor y muralista Desiderio Hernández Xochitiotzin, uno de sus preclaros ciudadanos, se le solicitó apoyo a través de un mensaje televisado, para animar a los tlaxcaltecas a ejercer su responsabilidad y derecho al voto.
El maestro Xochitiotzin es conocido a nivel internacional por sus pinturas y, en particular, por haber plasmado en los muros del Palacio de Gobierno de la ciudad de Tlaxcala la historia de su pueblo, una historia que reivindica a los tlaxcaltecas.
Dos años antes, en una visita rápida que hice a Tlaxcala, tuve la oportunidad de contemplar los murales pintados por él. Después de recorrer la planta baja y subir las escaleras, busqué ansiosamente su figura en el andamio colocado en el piso superior pero no estaba, había terminado su jornada diaria y se había marchado a su casa.
Ante la imposibilidad de hablar con el maestro Xochitiotzin en aquella ocasión, me dediqué a fotografiar los murales. Regresé a Puebla, prometiéndome hacer todo lo posible, para establecer el contacto que me garantizara la oportunidad de entrevistarlo.
Con el objetivo de investigar la celebración del Día de los Muertos en Tlaxcala y gracias a la intervención del Profesor Pedro Ángel Palau, Director de Promoción Social y Cultural del Ayuntamiento de Puebla, quien arregló nuestro encuentro, pudimos llegar hasta el maestro Xochitiotzin. Nuestra primera entrevista coincidió cn la grabación del video.
Es fácil conversar con él, su trato amable, abierto a las inquietudes de quienes se le acercan, sin poses ni actitudes, hacen que la comunicación se establezca inmediatamente, matizada de comentarios alegres.
Desiderio Hernández Xochitiotzin nació el 11 de de febrero de 1922 en el pueblo de Santa María Tlacatecpac, en San Bernardino Contla. Cuando tenía un año de edad, sus padres don Alejandro de la Cruz Hernández de la Rosa y doña Natividad Xochitiotzin, cambiaron su residencia a Puebla. En esa ciudad, Desiderio Hernández Xochitiotzin realizó sus estudios de primaria, mientras ayudaba en el taller de hojalatería y herrería artística que su padre estableció.
Mientras asistía a la escuela por la mañana, por las noches estudiaba dibujo, geometría, perspectiva y anatomía en la Academia de Bellas Artes en Puebla.
Su inclinación al arte lo motivó, para que junto con otros pintores formara en 1940 la Unión de Artes Plásticas en la Ciudad de Puebla, en el lugar donde más tarde se conoce como el Barrio del Artista, siendo él uno de sus seis fundadores.
Mientras desarrollaba su labor con su padre, su vocación se afianzó decidiendo, en 1947, dedicarse profesionalmente a la pintura.
– ¿Qué lo impulsó a tomar esa decisión, maestro Xochitiotzin?
– Profesionalmente considero que commencé a vivir de la pintura a la edad de los 25 años cuando me casé y dejé la artesanía artística a la que me dedicaba en el taller de mis padres.
– Mis inquietudes artísticas se remontan a mis primeros años de edad. Mis padres conservaban mis cuadernos escolares y recuerdo que me castigaban en la escuela porque convertía las letras en muñecos y porque les ponía ojos. Ya entonces pintaba en los trabajos manuales. Al terminar la primaria pensé en ser arquitecto, pero fue entonces que entendí que para estudiar esa carrera tenía que estudiar la secundaria y preparatoria y luego ir a México. Yo era el mayor de 11 hermanos y vivíamos en Puebla, refugiados de la Revolución, y fue allí donde experimenté el dolor de ser llamado ‘traidor’, ‘hijo de indios’, ‘refugiado’, todo esto me llevó a la conclusión de que no podría llegar a ser arquitecto.
Hay tristeza en sus palabras, pero esta queda atrás al continuar con sus recuerdos.
– Después de enfrentarme a muchas dudas e incertidumbres, al casarme decidí probarme y darme un plazo de cinco años. Mi esposa, Lilia y yo, empezamos a sufrir y a gozar, con las consecuencias de mi afán de dedicarme a hacer lo que verdaderamente me atraía. Casi enseguida comencé a tener contacto con los grandes maestros y mi obra se distinguió, al mismo tiempo me dí cuenta que sí podía dedicarme a mi arte, pero que nunca llegaría a ser rico, ya que soy un hombre de ideas y que por mis principios en muchas ocasiones me voy contra la corriente.
– ¿Cuál es su proceso de creatividad?
– Para comenzar, le diré que siempre he trabajado en lo que me gusta. Cuando hago las cosas con facilidad siento que termina el artista y comienza a nacer nuevamente el artesano, ya que en mi concepto todo lo que se hace fácil es peligroso.
– En todo trabajo debe existir un proceso, el tema lo proyecta uno con todos sus detalles, pero no se sabe cómo va a terminar. Esa aventura en la realización es importante. Cuando se sabe cómo va a terminar exactamente un cuadro, ya uno está amolado. Hay que cambiar de rumbo, porque en ese instante uno se convierte en artesano. El artesano sabe exactamente cómo se hace una silla y cómo quedará esta. El artista en cambio debe tener una nota de aventura, de emoción, que durante el desarrollo surja algo en lo que no haya pensado y que al final llegue a formar parte del todo.
A partir de su decisión de independizarse y dedicarse a la pintura, el maestro Xochitiotzin se fue abriendo caminos a través de exposiciones, contacto con otros artistas de renombre, trabajos de investigación y reconocimiento de pintores como Agustín Arrieta.
El maestro reconoce que la primera idea de pintar los murales en el Palacio de Gobierno no surgió de él.
Un domingo de enero de 1953, en la ciudad de Tlaxcala el poeta y dramaturgo Miguel N. Lira le propuso pintar un mural en el Palacio de Gobierno que narrara la historia de Tlaxcala.
– ¿Cuál fue su reacción ante esta propuesta?
– La verdad es que no le hice caso, le dije que sí, pero no lo tomé en serio porque yo conocía algo de ese complejo mundo y sabía sobre todo que pintar un mural cuesta mucho, ya que hay de por medio trabajo de albañilería, de investigación, de materia prima, de andamio, por ello no le presté mayor atención.
Sin embargo la semilla estaba puesta y el Maestro Xochitiotzin inició sus estudios de investigación sobre su tierra natal.
La propuesta del Lic. Miguel N. Lira, escritor, editor y poeta se basó en su conocimiento en el trabajo del maestro, sobre quien comenta que “es dueño de sensibilidad muy propia que desarrolla con ironía, con sátira, enfrentando la vida a la muerte y a lo gracioso. Xochitiotzin ha conseguido explorar el alma escondida del mexicano y la ha propuesto a los ojos de todos en sus recodos más enraizados…”.
Las actividades artísticas y docentes del maestro Xopchitiotzin continuaron afianzándolo en su ascenso. Sus inquietudes intelectuales lo llevaron fuera del país, viajando por Europa en 1953 y regresando a México, a entregarse a “lo suyo”.
En 1957 volvió a Tlaxcala para radicar definitivamente en su estado, iniciando ese año su trabajo pictórico en los muros del Palacio de Gobierno.
– ¿Cuál es el objetivo de su obra?
– He realizado esta obra con el propósito de dignificar la historia de Tlaxcala. Como su título lo explica con toda claridad es “Historia de Tlaxcala y su Aportación a los Mexicano”. No es la historia aislada de Tlaxcala, sino que es la historia de Tlaxcala relacionada con la nación.
–Mi obra es la dignificación histórica de nuestra tierra, por eso es que he andado con mucho cuidado, todo lo que he pintado tiene un respaldo de trabajo, de estudio de defensa histórica. Son años de dedicación a lo que llamaría mi sacrificio y gloria.
–¿Por qué sacrificio y gloria, maestro?
–Es gloria para mí porque es la obra que más quiero y a la vez la que más me ha hecho sufrir, sin embargo, ambos sentimientos van unidos. Nada, por simple que sea, trae felicidad total, ya que junto a la felicidad va el dolor.
–¿Cuáles son los elementos que hacen que llame a esta obra su sacrificio?
–Señalaría los primeros escollos a los que tuve que enfrentarme, que son muy lógicos. Cuando empecé a pintar los murales era muy joven y lógicamente yo había seleccionado el Palacio de Gobierno. Para empezar, hay que reconocer que la historia de Tlaxcala es muy compleja, muy calumniada y a la vez inexplicable. Está llena de lagunas. Entre nosotros mismos no iban a permitirme que pintara cualquier cosa. Los primeros escollos los sentí entre la Sociedad Cultural de Tlaxcala y la Sociedad de Historia y Literatura. Ellos me dijeron que no, cuando les presenté los programas generales. Sin embargo, nunca presenté programas específicos porque era imposible, ya que me hubiese tenido que pasar la vida haciendo historia de Tlaxcala literalmente. Cada fragmento que localizaba lo presentaba y lo pintaba, de esa manera es que he podido llegar a donde he llegado.
El muralista se siente orgulloso de haber proyectado una imagen diferente y de haber contribuido a levantar el orgullo, entre sus conciudadanos, de ser tlaxcalteca.
Para el maestro, entre muchos aspectos importantes de su obra estuvo su necesidad de documentar correctamente a la sociedad en tres aspectos fundamentals: “el mundo civil con sus jararquías, el mundo militar y el mundo religioso…”.
Al enfocar el aspecto étnico recuerda algo desagradable que le sucedió en el Palacio Nacional:
–Una vez visitando los murales del maestro Diego Rivera, vi que un guía conducía a un grupo de turistas a quienes hablaba en inglés. Me surgió una duda y me acerqué al guía una vez que había terminado con su grupo; le hice mi pregunta. Su respuesta fue: ‘Yo no trabajo para indios’. A mí no me ofende que me llamen indio, al contrario me identifica, pero su expresión despectiva se me quedó grabada, tanto que cuando tuve la oportunidad de pintar los murales pensé de inmediato de poner letreros en los frescos, para evitar que una situación como la que le cuento pudiera suceder. Así es que por eso he puesto texto en los frescos y todavía más, la parte de arriba en náhuatl y la de abajo en español, para que nuestro pueblo vea que las lenguas náhuatl y castellano están a la par, que deberíamos ser bilingües, reconociendo nuestra lengua nativa.
El comentario anterior se encuentra en el libro publicado por el Gobierno de Tlaxcala, Secretaría de Turismo, titulado… “Comentarios a los Murales del Palacio de Gobierno”.
Definitivamente, con los murales se inicia una nueva etapa en la historia actual de Tlaxcala y del tlaxcalteca.
Una tarde, después de hablar con el maestro Xochitiotzin, volví al Palacio de Gobierno para observer detenidamente los murales. Congregados en el piso inferior y en las escaleras habían varios grupos de visitantes que eran conducidos por guías, quienes explicaban el significado de cada una de las partes de los murales. En sus voces se sentía la satisfacción de exponer dignamente la historia de su pueblo.
Los murales representan para el maestro Xochitiotzin alrededor de cuatro años de trabajo realizado plásticamente en la pared, pero la obra consta como se mencionó anteriormente, del trabajo de investigación histórica, arqueológica, cronológica, etc. Estos trabajos fueron realizados fuera de programa, tiempo y presupuesto. Son años de investigación ardua y profunda, ya que él ha puesto mucho cuidado para que no puedan ser rebatidos.
Reconocido por historiadores de arte, poetas, pintores, ellos expresan sus sentimientos de diferentes maneras. Para Milena Kopritza, Historiadora de Arte, “La obra del Maestro Xochitiotzin, en mi concepto representa un canto del pueblo. Simboliza la voz de un hombre que ama entrañablemente a los suyos y que lo manifiesta cotidianamente en el acto amoroso de pintar, al que se entrega cabalmente…”.
De 1957 a 1968 el pintor concluyó 285 metros cuadrados de pintura de los murales, utilizando la técnica de fresco. Esta parte de los murales se denomina “Tlaxcala prehispánica”.
Entre 1967 y 1968 realizó los estudios y pintó el mural denominado “La Conquista”, y entre 1987-1988 pintó “El Siglo de Oro Tlaxcalteca”. Estas obras forman parte del programa mural: “La Colonia”. En 1990 dio comienzo al mural “Del Siglo de las Luces al Porfirirismo en Tlaxcala y México”.
La obra mural pintada en el piso inferior y a lo largo de los muros ascendiendo por la escalera y será completada en el corredor superior. Allí el maestro pintará lo que él llama “Lo Mexicano”, que “es lo que está sobre todo lo anterior, lo que está cimentado en la raíz y lo que será la puerta al México eterno, la revolución armada y la institucional”.
Su obra de historiador, humanista, escritor, pintor de caballete y orador continúa creciendo al margen de los años de dedicación a pintar los murales. Sus cuadros se han exhibido con éxito tanto en su país como aquí en los Estados Unidos, España, Venezuela y otros lugares.
Conferencista incansable, lleva su mensaje a las aulas universitarias al igual que a otros lugares a través de los diferentes medios de comunicación.
El maestro Xochitiotzin es conocido en todos los círculos intelectuales, políticos y sociales. Caminar con él por el centro de la ciudad de Tlaxcala, al igual que por las calles de pequeños poblados, equivale a irnos deteniendo cada cierto tiempo para que él conteste el saludo cariñoso y a la vez respetuoso de sus amigos.
Precisamente nuestro recorrido por Ixtenco, al detenernos en una vivienda humilde para solicitar permiso para ver un altar de muertos que habían levantado, el dueño de la casa quien no conocía personalmente al maestro, se mostró complacido de enterarse quién era, pues tenía proyectado buscarlo para solicitar su ayuda sobre un problema que se le había presentado en la reconstrucción de una de las Iglesias del pueblo.
Es parte de la naturaleza del maestro Xochitiotzin prestar atención a los problemas que surgen en las diferentes comunidades y actuar como intermediario, ya que su voz es escuchada por igual por los habitantes y las autoridades.
Para mí, el compartir varias jornadas de trabajo con el maestro fue un privilegio y una experiencia valiosa el convivir con alguien como él.
Viajero incansable dentro y fuera de su país, el muralista tlaxcalteca ha experimentado de cerca la realidad del hispano en los Estados Unidos. Para ellos su mensaje es claro y directo:
– !Busquen sus raíces, sin pedir prestado nada a nadie, ni a los aztecas, ni al águila, ni a la serpiente emplumada, ni a Cuauhtémoc! Tienen que vivir su propia realidad histórica. Hay suficientes raíces en cada uno de los lugares donde viven hispanos en los Estados Unidos, son esas raíces las que deben aceptar y desarrollar.
–Si yo viviera en esa franja que no es EE.UU. ni es México, que es una zona saqueada, buscaría allí las raíces autóctonas, las raíces novo-hispanas, ya que allí llegaron los españoles y también los frailes con sus errores y aciertos.
–Los que viven allí, que traten de tener su tierra, porque ya es de ellos, allí viven, allí nacieron, allí tienen sus montañas. Esa es su realidad, la que deben vivir.
Su Mirada directa y su voz cálida proyectan sus convicciones humanísticas. Y el hombre, amante de su tierra y de sus costumbres es igualmente capaz de emocionarse al contemplar el profundo significado de la muerte, de su paso y su legado en este plano terrenal.
Para el maestro Xochitiotzin el major homenaje que se le podría hacer a su memoria después de su transición, sería a través de un altar de muertos, colocando su caballete, pinceles y una de sus pinturas, junto a su retrato. Al hacer esta descripción su voz se ahoga en su garganta.
Durante la celebración de muertos, junto al altar en su casa, se encuentra la guitarra de su hijo José Guadalupe, un músico, al recordarlo enjuga una lágrima en mudo homenaje, al igual que por tantos amigos que le dieron su apoyo y lo motivaron a tomar los pinceles para pintar su obra más querida, aquella que cataloga como su sacrificio y gloria, y que lo ha colocado en los libros de historia como el último gran muralista de México.
Libros de consulta que se usaron: “Carnaval de Contla”, Desiderio Hernández Xochitiotzin; “Comentarios a los Murales del Palacio de Gobierno, Desiderio Hernández Xochitiotzin, Gobierno del Estado de Tlaxcala, Secretaría de Turismo; “Xochitiotzin, Su Vida y su Obra”, Luis Nava.