Texto por Julie Sopetrán
Fotos por Mary J. Andrade
Oaxaca en náhuatl Huaxyácac, procede de huaxin, que quiere decir árbol leguminoso, guaje, es como una especie de acacia. Y yacatl, significa nariz o cima, por lo tanto tenemos el significado de “En la cima o en la meseta de los guajes”. En esos bosques de guajes es donde se fundó la ciudad de Oaxaca.
La parte occidental corresponde al elemento llamado Continental y el oriente al elemento Istmico. Son los cerros y picachos los que dan más valor a los valles pintorescos de esta región, las comarcas más definidas son las Mixtecas, el Valle de Atoyac, la Sierra, los valles Coatzacoalcos y los del Papaloapan.
Cuando llegué a Oaxaca sentí algo muy especial, tal vez era el clima, como si una mano de brisas relajara tu cuerpo. No hacía ni frío ni calor era un ambiente templado, subecuatorial, que me hacía flotar en el ambiente. Me encontraba en el mismo corazón de uno de esos valles, el del Otoyac.
Lo que más me llamó la atención fue, además de la belleza y las flores, el trato de la gente, las calles anchas y rectas, sus notables edificios, su Catedral, sus palacios, el Templo de Santo Domingo, La Soledad… tantas cosas, pero sobre todo, la amabilidad de sus moradores de herencia mixteca, zapoteca y muchos más “ecas” notables y fascinantes.
Nos invitaron a una pequeña fiesta de Guelaguetza, no era el mes de julio, visité Oaxaca en Noviembre y me hablaron de la importancia que esta región le da a tan significativa ceremonia de danza, baile, canto, reunión de gentes, ofrenda de comidas y exhibición de trajes, hasta más de 400 diferentes, trajes norteños y de las tehuanas bordados todos en hilo o pedrería.
No sólo trajes, los rebozos de hilo de seda y una gran variedad de atuendos de cada lugar de esta hermosa región. También se la llama “La fiesta de los Lunes del Cerro”. Dicen que su origen viene de las ofrendas que los nativos hacían a la Diosa Centeótl, que era la Diosa del Maíz y lo hacían allí en el Teocali de los entonces aztecas. El rito consistía en ofrecer una doncella en sacrificio a esta Diosa para así obtener la fertilidad de los campos. El Teocali estaba situado en las mismas faldas de este Cerro del Fortín, llamado también Daninayaoloani, que quiere decir cerro con una hermosa vista, aunque luego lo llamaron de muchas formas diferentes, como de la Soledad. Llegaron los monjes franciscanos y los dominicos y destruyeron de una vez el teocali y allí pusieron su iglesia y a la Virgen del Carmen que sustituyó definitivamente a la Diosa Centótl. Aunque en el fondo, las dos todavía ocupan el corazón de Oaxaca.
Desde 1932, cuando se celebraba el cuarto centenario de la cédula real que le dio a Oaxaca el rango de ciudad, es cuando comenzó esta fiesta dedicada especialmente a las razas, la celebración trataba de recuperar las tradiciones prehispánicas y desde entonces, no han cesado, cada año se celebra con mayor esplendor esta ceremonia indígena cien por cien, que se llama Guelaguetza. Palabra zapoteca que significa: compartir, celebrar juntos algo importante, ofrenda, darte lo que tengo, simpatía, cariño, casa, cooperación, entrañable amor.
No creo que exista en el mundo ceremonia tan colorista, tan íntima, tan llena de calor humano y de alegre sentido de la vida. Y para muestra un botón, si esta miniguelaguetza, era así, ¿cómo sería la original? Pues me dijeron que no sólo se ofrecen bailes, música, comida, se admira la belleza y la gracia de la ciudad y de la gente.
En 1953 se unieron dos fiestas, la Guelaguetza y las fiestas de los Lunes del Cerro y así fue como quedó marcada en estrecho lazo de convivencia. Luego en el año 1974 se exhibían en el petatillo, que es una explanada natural del cerro. El Gobernador del Estado, Lic. Fernando Gómez Sandoval, lo inauguró definitivamente como el Auditorio de la Guelaguetza, un teatro al estilo griego, al aire libre que da cabida a más de once mil espectadores.
Los jarabes, los cohetes, las marmotas, los platos típicos, el desfile de las delegaciones, todo tiene un aire multicolor, dinámico, las chinas oaxaqueñas, las Chilenas de Pinotepa Nacional, los Sones Serranos, las mujeres de Papaloapan, los Mazatecos, toda la belleza indígena, hace acto de presencia en las calles, los innumerables turistas llegados de todo el mundo, cámaras, voces, músicas se mezclan y las treinta señoritas ataviadas con sus trajes regionales mezclan sus voces hablando un español perfecto y un lenguaje indígena impecable dando realce al origen de sus raíces, no se sabe cual de las treinta lo hace mejor. Así me comentaban mientras yo disfrutaba de un folklore delicioso en esta imitación tan original de un día festivo e inolvidable.
Después de la disertación, el pueblo aplaude, me cuentan. Es la belleza indígena en competición amable, se da a conocer la ganadora y comienzan las cuatro representaciones de Bani-Stui-Gulal, una especie de teatro histórico. La Danza de los Guerreros Jóvenes; la Danza de las Vírgenes; los Cuatro Vientos de la Muerte; y el sacrificio de la Diosa Centeótl. La Danza de la Tortuga, de los huaves de la región del Istmo… En la segunda parte se representa el cuadro de la religión católica y su lucha contra los dioses de piedra. Aquí admiramos la Danza de la pluma, que es la escenificación de la lucha entre Moctezuma y Cortés, visualización de los pueblos del valle de Oaxaca.
La tercera parte habla de la independencia de Oaxaca, se exhiben juegos, escenas del campo, de los trabajadores, de la vida cotidiana. Y aquí contemplamos la imaginación del pueblo con su danza de la Flor de la Piña y su esplendida coreografía moderna. El último acto es tal vez el más bello, los trajes regionales, cada valle exhibe su color, su encanto, su plástica, su poesía…
Se acaba con una exhibición de fuegos artificiales, cohetes chiflados, bombas crisantemo, castillos con letras, ruedas cantarinas, y mientras tanto no falta en ningún momento la comida: las entomatadas, los tasajos asados, los tamales hechos con hojas de plátano, totomoxtle, del atole, las enfrijoladas, el tejate, nicuatole, la cecina enchilada, las quesadillas, dulces de nieve, el chocolate atole, el mezcal y no hay que olvidar las memelas de asiento de las frituras de carne de puerco y los dulces, como las trompadas, pepitorias, pirulñís, turrones y mamones, cocadas, gollorias, jamoncillos de coco…
Se siente en cada calle lo natural indígena en abrazo íntimo con el mestizaje. Los cinco sentidos se avivan, la marimba, la chirimía, las mañanitas, el canto, el rezo, la Tortolita Cantadora, los zapateados de las chilenas, los coros de la canción mixteca, la orquesta sinfónica que nos remansa y alegra los oídos con esa armoniosa prosodia de sus dieciséis lenguas diferentes, contándonos sus historias y mitos. Es el olor que se aviva, el humo del copal, el perfume de las flores, los frutos paradisíacos, el olor de la gente tan cercana… Es la vista que celebra la vida, los trajes chinantecos o ixcatecos, todos diferentes, sus penachos, sus telas multicolores, las artesanías, los danzantes, las vestimentas, los actos religiosos, los enormes muñecos de tela y cartón, los gigantes y cabezudos, la calenda infantil, las mujeres de los mercados, el barroco, los paisajes…
Es el tacto que fluye sólo con pisar su tierra, los callejones, las calles, la brisa que te envuelve, las texturas del arte, el corazón que late más fuerte y más dulce, la mano y el abrazo.
Lo que fue Convento es Plaza de la Danza, desde las seis de la mañana, va llegando la gente, a las diez ya está todo lleno, llegan las autoridades, todo un día de gozo y por la noche la leyenda… “Donají…” la princesa zapoteca que se entregó en calidad de rehén a los mixtecas para que hubiera paz en los Valles Centrales. Ella fue fiel a los suyos, atacan, la rescatan, la decapitan los raptores y queda el amor de su vida el príncipe mixteco Nucano.
El mes de Julio no terminará nunca en el tiempo después de haber vivido esta fiesta y haber sentido el trato amable de las gentes de estos valles.
Después de haber oído todas estas cosas, yo pensé que Oaxaca tiene todas las virtudes para ofrecer al mundo un alto nivel de calidad de vida. Por algo es una ciudad, un lugar Patrimonio de la Humanidad, y por algo me sacude la idea de volver, para vivir esta fiesta al rojo vivo, en cualquier otro momento, pero que coincida con esta fiesta de la Guelaguetza. Me lo he prometido.