Con el propósito de adentrarme en aspectos claves de la celebración de Día de Muertos en las comunidades p’urhepechas de Michoacán, hace dos años conversé con la antropóloga Aída Castilleja, justo al concluir los días dedicados a esta celebración, En su oficina en la ciudad de Pátzcuaro, ella enfocó en distintos aspectos de la vida de estas comunidades indígenas.
La antropóloga Castilleja quien ha vivido en Erongáricuaro por más de una década y ha trabajado por varios años con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se ha dedicado a temas muy diversos, que van desde cuestiones que tienen que ver con la organización comunitaria, con la vida y estructura social de estos pueblos y con el concepto de territorialidad.
“Hemos trabajado en el tema de los sistemas normativos que operan en diversas comunidades indígenas a través de las cuales se rige la vida social de éstas, así como en la manera en la que estos se alteran, adecúan o modifican por la entrada de religiones distintas al catolicismo. Otro de los temas en los que estamos trabajando tiene que ver con migración, enfocado en su efecto local y el que resulta en el ámbito de origen y residencia de los migrantes. Hemos iniciado una segunda etapa de este proyecto que viene desde 1999. La primera parte fue de antropología social. La segunda parte enfoca en cuestiones más específicas de procesos rituales, cosmovisión, nahualismo y chamanismo”, comenta la antropóloga al inicio de nuestra conversación.
“En cuanto a mi enfoque, tengo mucha inquietud de ver la vinculación que existe entre los cambios que se dan en el entorno natural, con los cambios que tienen que ver con factores de tipo social o económico. En los últimos años he estado explorando otras dimensiones de la concepción del espacio, que no solamente competen al aprovechamiento de recursos naturales sino cuál es la concepción que hay sobre el espacio, qué es lo que constituye el espacio propio de estos pueblos y en esta medida tratar de indagar sobre la dimensión cultural de ese entorno”.
Capacidad de adaptación y códigos culturales en la celebración de Día de los Muertos
La antropóloga Castilleja señala que la valoración del alejamiento de las costumbres de ciertas comunidades p’urhepechas es un tema delicado ya que el hecho de adquirir otras prácticas no necesariamente lleva a rupturas de formas que puedan ser consideradas como tradicionales ya que aunque, efectivamente, las más de las veces este cambio proviene de agentes externos, lo fundamental es identificar si se mantiene el sentido.
Refiriéndose específicamente a un pueblo del Lago de Pátzcuaro, señala que le tocó ver lo que se le entregaba como ofrenda al sacerdote de la comunidad. En lugar de la fruta, pan o tortillas tradicionales, fueron ofrendados productos consistentes en cereal, papel de baño y leche pausterizada.
“En un primer momento se piensa que la ofrenda está cambiando. Pero creo que mientras no varíe el sentido de lo que se hace, se sostienen ciertas lógicas y códigos culturales que justamente tienen la posibilidad de mantenerse por la capacidad de adaptación y por la elaboración de ciertos elementos. Por supuesto que esto llega a ser muy frágil, porque en un momento dado el objeto puede modificar el sentido. Como ejemplo, la corona de plástico puede modificar el sentido, ya que eran objetos que la gente elaboraba y que sabía cómo hacer. Cuando el hecho de saber cómo se hacen ciertos objetos es sustituido por la moneda a través de un intercambio comercial, probablemente se esté modificando el sentido del trabajo de hacer las cosas; porque la ofrenda no es solamente el objeto que se da, sino el trabajo que está atrás del objeto que se entrega. En ese aspecto, posiblemente ahí sí puede estar cambiando el sentido. Sin embargo, si algo caracteriza a los p’urhepechas es la gran capacidad y creatividad que tienen para adaptarse e incluir ideas y objetos. No es una adaptación pasiva, es una adaptación selectiva. Ellos saben qué es lo que van a mantener e integrar, de acuerdo a la lógica de sus códigos culturales, en función de los cuales toman sus decisiones”.
Matriz cultural
La matriz cultural y códigos comunes son estructuras muy profundas que difícilmente se modifican, comenta la antropóloga Castilleja. Refiriéndose a otra celebración en la que estuvo presente en la que se entregó una ofrenda a las autoridades eclesiásticas: en lugar de dar semilla de lenteja como tradicionalmente se hacía, se entregó un cesto con dólares. Analizando la ofrenda, ella llegó a la conclusión que a través del billete lo que hizo fue dar parte del resultado de su trabajo.
“Es muy impactante lo visual, pero de una manera similar podríamos pensar el inverso. No niego que en Janitzio se haya dado una modificación o que la gente esté haciendo algo que no es su costumbre. Estamos conscientes de que en las ofrendas está el sentido profundo de lo que implica en esa isla la festividad de los difuntos, aunque es cierto que mucho de lo que vemos es producto de la publicidad y del énfasis turístico. No lo califico ni de bueno ni de malo, pero si es un componente que tenemos que observar para valorar lo que está frente a nosotros”.
Para la antropóloga Castilleja y para otros estudiosos, lo que se está dando en varias comunidades no es la pérdida de la identidad cultural sino la apropiación de otras identidades.“En Erongarícuaro no había velación por la noche en el panteón. Los pobladores realizaban su velación en la mañana del primero de noviembre para los angelitos y del dos para los difuntos mayores. La vigilia nocturna se empezó a promover hace diez años por parte de las instituciones del sector turismo. Fue adaptada y ahora se hace y al verlo parece que siempre ha sido así”.
Obra Maestra del Patrimonio Intangible de la Humanidad y la protección de las comunidades indígenas
“Soy muy utópica. Pienso que todas estas acciones en tanto que no estén ancladas en las propias comunidades no son del todo válidas. ¿Qué sucede con la festividad de muerto en esta zona que es como la parte nuclear? La derrama económica no va a las comunidades, probablemente lo que va es la adecuación de la infraestructura, para que puedan llegar los turistas. Pero para las comunidades, ¿cuál es el beneficio que obtienen? El turismo llega pero el hospedaje y la alimentación no lo proveen las comunidades. Mientras no se incida en garantizar las condiciones de mejoramiento de ellas es algo que queda muy por encima. Queda muy claro lo que implica para los gobiernos, para las constancias oficiales. Pero en cuanto a las comunidades ¿qué implica?, la gente va a los cementerios, pero casi nadie sabe que su festividad está declarada Obra Maestra del Patrimonio Intangible de la Humanidad. Es muy útil contar con esos instrumentos en el otro ámbito, pero hay que ver cómo se va a establecer ese puente con las comunidades.
“Pero ¿cómo hacer para establecer ese vínculo para que el beneficio llegue a las comunidades fortaleciendo la vida económica para su sobrevivencia y que estén en condiciones de mantener lo que se está perdiendo, no porque cuestan, sino porque la gente se está yendo? Ese es el desafío que tienen las autoridades sobre la aplicación de la Declaratoria de Obra Maestra del Patrimonio Intangible de la Humanidad que hizo la UNESCO en el 2003”, señala la antropóloga.
Refiriéndose a lo que en algunos círculos se comenta de recuperar la tradición, Castilleja hace hincapié que la gente mantiene la tradición. “No la tiene que recuperar. Lo que sí hace es reelaborarla. La está adecuando permanentemente a condiciones nuevas y no requiere necesariamente de un apoyo económico para que sea su tradición”. Ella insiste que lo que sí requieren es de un apoyo para garantizar las condiciones de reproducción debida.“Insisto que falta buscar la manera de una participación más activa de las comunidades. Que no sólo sean ellas el lugar de destino de la gente que llega a ver la maravilla de esta celebración”.
Día de los Muertos: turismo, desarrollo y patrimonio
“Que no sea el escenario. Me tocó escuchar en algún momento, a propósito de un reunión que se organizó por parte del gobierno del estado, con respecto al plan estatal de desarrollo donde hay una inquietud, muy válida del turismo, sobre la acción económica para las comunidades. Estoy totalmente de acuerdo en ese enunciado de que existe un elemento común entre turismo, desarrollo y patrimonio. Debemos pensar como una vía realmente válida para las comunidades; pero si esta triada de conceptos: turismo, desarrollo y patrimonio, no cuenta con la intervención directa de las comunidades entonces no será una vía eficiente. Se da una imposición entre lo que las instancias de gobierno consideran importante, volviéndose las comunidades elementos pasivos. Es distinto pensar, por ejemplo, en un modelo de desarrollo, por decir algo, en donde la infraestructura turística se mantiene en Pátzcuaro y claro la gente se queda en Pátzcuaro cómodamente instalada. Sale, regresa, come en un restaurante, pero ¿donde quedó la derrama económica? ¿Por qué no pensar en otro esquema en donde se construyan hostales de bajo impacto, en lugar de hacer hoteles que no tienen nada que ver con la arquitectura de las comunidades? Se puede promover la adecuación de casas para hacer hostales, lo que no implicaría un gasto de manutención durante el año. En la Meseta P’urhepecha hay algunos pueblos que ya lo están haciendo, construyendo cabañas. Se necesita que la promoción sea más fuerte. Son cosas viables porque es una infraestructura de bajo impacto, con instalaciones controladas por las comunidades, con un beneficio directo”.
El concepto de la Muerte relacionado con la celebración de Día de Muertos
Son dos momentos distintos en la vida de las personas. Uno es el momento de la muerte, del duelo y de todo lo que implica la separación. Es un proceso, una forma de transitar entre la vida y la muerte. La costumbre que hay de lo que se hace cuando alguien muere es totalmente distinto de lo que conlleva cuando las ánimas regresan, señala la antropóloga Aída Castilleja, quien año a año vive con diferentes comunidades la tradición y los rituales de Día de Muertos.
“El momento de la muerte es todo un proceso de despedida. Al morir un miembro de estas comunidades se activan todas las relaciones. El que despide a su difunto está pendiente de atender a la gente, pero al mismo tiempo la gente se acerca para darle diversos bienes; los amigos llegan con leña, azúcar y el pan que se requiere para el velorio. Al amanecer, sin que las cosas tengan que discutirse o comentarse, el grupo de los hombres más cercano a la familia va al cementerio a preparar el lugar del enterramiento, mientras otro va a avisar al sacerdote”.
¿Como se organiza todo ello? la antropóloga señala la fuerza de la costumbre: la gente sabe lo que tiene que hacer en un determinado momento y es algo que se ve en todo, porque desde niños los habitantes han vivido la experiencia de compartir, por lo que se vuelven formas de reproducción y transmisión de costumbres ancestrales.
En cuanto a la celebración del primero y dos de noviembre es de júbilo porque las ánimas regresan a estar con sus familiares. Es el culto a los ancestros.La celebración hila y crea unidad en la comunidad.
Ciclo agrícola y la concepción del tiempo
En todas las culturas mesoamericanas, la estructura a través del año de la concepción cíclica del tiempo está dada por el ciclo agrícola. La estructura del tiempo se define desde el inicio, la mitad y el final del ciclo agrícola, que a su vez está asociado no sólo a la tradición de Día de Muertos, sino a diferentes celebraciones. Por ejemplo, la del 2 de febrero tiene que ver con la bendición de la semilla. Siguen las celebraciones relacionadas con el tiempo de seca, o sea antes de que llueva. Ellas incluyen petición de lluvia, por lo que la acción ritual tiene como objetivo que la naturaleza y la divinidad reaccionen.
Con la lluvia empiezan las primeras acciones de la siembra. A ella le sigue la obtención de los primeros frutos hacia el 15 de agosto, coincidiendo con las celebraciones de la Virgen, que son de primicia. Los primeros productos que se le ofrecen son los elotes. Luego llega la celebración de la ánimas que marca el inicio de la cosecha, con productos como mazorcas, chayotes, calabazas que señalan el fin de ese ciclo agrícola, representando también el fin del ciclo del hombre.
La celebración de muertos es el fin de un ciclo, al igual que el de la producción de la tierra. “Así como mueren nuestros ancestros, muere el maíz para dar fruto a un siguiente ciclo. Cada cultura le da un sentido específico al ciclo agrícola, pero en general es el que estructura los ceremoniales”, comenta nuestra entrevistada.
Al igual que al término del ciclo agrícola, que da paso al comienzo de un nuevo ciclo de sustento en la vida del hombre, al finalizar los rituales de la tradición prehispánica de Día de Muertos, los p’urhepechas darán inicio, meses después, a los preparativos para volver a celebrar en la muerte la vida de sus ancestros. Como en años anteriores, la antropóloga Aída Castilleja continuará conviviendo y compartiendo la tradición con las comunidades indígenas de Michoacán y su proceso de adaptación a nuevas formas, ajustadas a sus códigos culturales. Ella seguirá siendo testigo de una dinámica en la que los valores culturales de los p’urhepechas, como ella lo señala, siempre estarán presentes.